El aumento del consumo es consecuencia del éxito de los smartphones. Antes sólo sacábamos el móvil del bolsillo para efectuar y recibir llamadas de voz o para enviar y leer mensajes de texto. En cambio, con la explosión de las aplicaciones, los teléfonos actuales también son ordenador de bolsillo, reproductor musical, cámara de fotos y de vídeo, terminal de Internet y consola de videojuegos, de modo que los tenemos en la mano mucho mas tiempo, utilizándolos activamente. Además, con la conexión permanente a la red.
El consumo de energía de un smartphone varía según las condiciones ambientales (por ejemplo, la proximidad a la antena) pero sobre todo según el uso que le damos. Una muestra: la batería del nuevo modelo E6 de Nokia da para 75 horas escuchando música en MP3, o para 14 horas hablando, o para 9 horas viendo vídeos, o para 4,7 horas grabándolos. Una batería de móvil de hace cinco años tenía una capacidad de unos 1.000 mAh (miliamperios por hora), mientras que una actual puede proporcionar entre 1.200 y 1.500 mAh. La única posibilidad de incrementar sustancialmente la autonomía sería optar por baterías más grandes, pero los consumidores exigimos teléfonos más pequeños y ligeros.
En cualquier caso, parece que seguiremos condenados por mucho tiempo --aunque algunos más que otros-- a llevar un cargador de móvil en el bolsillo, o bien a tener uno en casa, otro en el coche y otro más en la oficina.
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